AVE Y MITO
Año III N° 26
octubre de 2019
Texto: Alicia Grela Vázquez
Imagen: Elsa Sposaro
Eurídice y Orfeo
SUMARIO
Dodo
Orfeo
Dodo
Dodo o Dronte
Dodo – Ustad Mansur
Dodo gordo – George Edwards
HUELLA DEL DODO
Karen Villeda
Siete lenguas, catorce brazos violando a Mauricio. Pares y menos pares de labios gruesos. Lo llaman “El Mongol” por su boca. Una fina línea. No habla, solamente nos asienta o niega. El Mongol deja caer los párpados, su rostro tiene un solo rasgo: el horizonte. Mauricio se parte.
Escuchamos gruñir a El Mongol, nos despierta. Istmo de fauces. Rezamos con más fe ahora que nunca. El Mongol ladra. El Almirante lame con fruición su rostro. Luciérnagas, son una estrella caída en desgracia. El Güeldres mohoso sin catorce brazos, moscas.
El sol no deja de mirarnos fijamente. Siete espaldas descarapeladas. Siete arcabuces pesan más que el ancla. Estamos tan agotados que tomamos la siesta. El Mongol duerme al sol, sin tostarse. Catorce pulgares, siete pitos estancados en Mauricio. Una verdad demográfica.
El Mongol está hecho un ovillo y da más miedo que el mar encolerizado. Manos sobre la nuca de El Mongol. No se inmuta. Seis marineros son atraídos por el rompiente. Una ola burlándose. Doce tobillos correrán mañana a lo ancho. Una, una fina línea para El Almirante.
Aliento de dientes de león, hierba chamuscada. Pares y pares de labios olvidando nombres. El Mongol balbucea una canción de cuna. “Pra lapra pran lapra lapra pra pran.” Una percusión desde siempre. Mauricio se reverdece. Lentejuelas blancas, doce pezones para El Almirante.
Mascamos la caña de azúcar como tabaco. Ballenas de ensueño. Seis cabezas que se aferran al mar. Mascamos y mascamos. Seis farsantes se ilusionan con un arpón. Plataforma de hielo. La soberbia quijada de El Mongol, recia.
El Almirante puntea la ruta a seguir. El Mongol hace una mueca, le aplaudimos. Seis arcabuces temblequeando. El Mongol suspira y El Pelirrojo coquetea. Me quedo solo, extraño sus dedos tibios. El Mongol da un paso hacia atrás. Hay una huella intrusa, cristales sobre arena.
Dodo
Orfeo
Orfeo, según la Mitología griega era hijo del Rey Eagro y la musa Calíope. Por consiguiente, fue mortal, un semidiós, un héroe. Recibió una lira de Apolo (como regalo. Y las Musas, sus tías, le enseñaron a tocar.
Calíope
Se lo conoció como un ejecutante virtuoso que encantaba por igual a humanos y animales. Él usó el viejo alfabeto griego de sólo trece consonantes. Pero llegó a nosotros muy especialmente por su amor a Eurídice.
Calíope
Se enamoró perdidamente de Eurídice. Pero la fatalidad hizo que ella prematuramente muriese. Por ese motivo le solicitó a Zeus permiso para entrar en el reino de Hades (Plutón), que a los vivos estaba vedado. Orfeo quiso bajar al Mundo de las Sombras, el subterráneo país de los muertos, para buscarla.
Orfeo y Eurídice
Él allí la pierde nuevamente por distintas razones, según las versiones conocidas. Sea porque los apasionados amantes se miran a los ojos (cosa que se les habría prohibido) o por volver la vista atrás, que no debería haber hecho, según lo convenido para lograr el rescate. Pero Orfeo podría haber hecho para saber si ella aún lo seguía. O bien Eurídice deseó asegurarse de lo que dejaba. Así lo mostró en su obra Rubens.
Orfeo y Eurídice – Rubens
Él volvió al reino de los vivos sin Eurídice, quien por eso debió permanecer retenida en la oscuridad fétida y nauseabunda de Plutón. Fueron muchos los que creyeron que Zeus le tendió una trampa. Pues el Supremo supuso que el acto del rescate era una muestra de cobardía por parte de Orfeo.
Orfeo pierde a Eurídice
Orfeo entonces comenzó a predecir. Por esto se enemistó Apolo, por entender el dios que el semidiós había invadido su campo de acción. No rindió Orfeo el debido culto a Dionisos (Baco). Predicó el asesinato ritual y el amor homosexual. Con esto se ganó el odio del dios, quien envió a sus Bacantes para ajusticiarlo.
Orfeo pierde a Eurídice
El enamorado no fue a reunirse con ella, su enamorada, por un acto de coraje. En el suicidio hubiese sido valiente. Hubo quienes afirmaron que ante el dolor y resentimiento que esto le provocó, comenzó a enamorar con su música a las mujeres y maltratarlas. Esto parece haber sido de ese modo hasta que ellas lo mataron y descuartizaron, como venganza, justicia y escarmiento.
Dionisos y Apolo
Las Ménades, que podrían estar representando a las Musas, mataron a Orfeo y lo descuartizaron. Luego tiraron sus restos en distintos lugares. Las Musas efectivamente los recogieron y los enterraron al pie del Monte Olimpo. Es por eso, según cuenta la tradición, que allí los ruiseñores cantan incomparablemente bien.
Bacantes, Orfeo y Baco
La cabeza de Orfeo (fue atacada por una serpiente que Apolo petrificó instantáneamente), se guardó en una cueva consagrada a Dionisos en Antisa. Desde allí continuaba profetizando. Al enterarse Apolo, la hizo callar definitivamente. La lira que también fue arrojada como sus miembros, llegó por el mar a la isla de Lesbos (patria de Safo) y se la guardó en el templo de Apolo, hasta que las Musas consiguen interceder exitosamente para elevarla en el cielo como constelación.
Orfeo
Otra variante de la muerte de Orfeo dice que Zeus lo mató con un rayo por divulgar secretos divinos. Orfeo murió en el solsticio de verano. Su desmembramiento pudo ser una metáfora para la poda (especialmente del aliso) y una muestra del asesinato ritual y del reclamo de justicia ante la violencia de género.
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