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sábado, 1 de junio de 2019


AVE Y MITO


Año II  N° 23
Junio  de 2019

Texto: Alicia Grela Vázquez
Imagen: Elsa Sposaro

Chogüí



SUMARIO

Chogüí
Latona


Chogüí

Thraupis sayaca comúnmente llamado celestino común o celestón, pero también conocido como chogüí, semillero o sayubú.

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Chogüi

EL PÁJARO CHOGÜÍ

Cuenta la leyenda
que en un árbol
se encontraba encaramado
un indiecito guaraní
que sobresaltado
por un grito de su madre
perdió apoyo,
y cayendo se murió.

Y que entre los brazos maternales
por extraño sortilegio
en chogüí se convirtió.

Chogüí, chogüí, chogüí, chogüí
qué lindo está mirando allá,
mirando allá, volando se alejó.

Chogüí, chogüí, chogüí, chogüí
qué lindo es, qué lindo va
perdiéndose en el cielo azul turquí.

Y desde aquel día
se recuerda al indiecito
cuando se oye,
como un eco, a los chogüí.

Es el canto alegre y bullanguero
del precioso naranjero
que repite su cantar.

Canta y picotea la naranja
que es su fruta preferida,
repitiendo sin cesar:
Chogüí, chogüí, chogüí, chogüí
qué lindo es, qué lindo va
perdiéndose en el cielo guaraní.

Letra y música: GUILLERMO BREER


Leyenda del pájaro chogüí

En una humilde vivienda, rodeada por árboles y ríos, vivía una indígena de origen guaraní con su pequeño.
Era joven bella y, con esa belleza tan natural y a la vez especial de rasgos indígenas, pero a pesar de eso, la mujer sólo tuvo ese hijo y se encontraba sola con el niño al que amaba con su vida y mezquinaba profundamente.
Al no tener hermanos el niño creció en la soledad, sin nadie con quien jugar.  
Mientras la madre realizaba los quehaceres de la casa o se iba a cultivar la tierra, el niño jugaba únicamente con los animales que criaba su madre o se internaba entre los árboles en busca de frutas.  
La madre le advertía siempre antes de irse: "No quiero que salgas de la casa, puede venir un animal salvaje y hacerte daño" 
El niño lo prometía, pero atraído por los sonidos del bosque o empujado por la soledad en que se encontraba, solía olvidar la promesa. 
Muchas veces llegó la joven madre a casa cuando ya el sol se había hundido en el fondo de la tierra y no encontró a su pequeño; desesperada se internaba en el bosque gritándole para que volviera.
Al principio le imponía castigos menores, pero desesperada por tener que buscar sustento y que el niño no se expusiera a los peligros, terminó pegándole fuerte con las ramas de los arbustos.  
El pequeñín, impedido de abandonar la choza, sin poder jugar, aburrido y deseoso de regresar al bosque, se propuso, para el futuro, volver a casa cada día antes de que su madre retornara.
Así lo hizo durante mucho tiempo, le aterraba la idea de verse de nuevo castigado .  
Subía hasta las alturas de los árboles para agarrar las frutas, aunque siempre llevaba al menos una naranja, que era su fruto preferido y que tan deliciosamente saboreaba.
Le gustaba también, verse confundido con los pájaros y mariposas que revoloteaban en los ramajes.
También admiraba las tardes  cuando el sol estaba a punto de perderse más allá del bosque, se ponía a contemplar las bandadas de aves que emprendían vuelo en busca de lugar seguro para pasar la noche, entonces su corazón se llenaba de nostalgia.
Hubiera querido ser una de ellas, y volar libremente sin que la presencia de la madre limitara su tiempo. 
No podía comprender por qué no era dueño de aquel espacio libre del que disfrutaban los pájaros.
Con frecuencia, se sentía de especie inferior, la más desdichada del bosque.  Pero un día se entretuvo mirando cómo unas bandadas de pájaros chogüís se elevaban buscando el cielo y luego bajaban haciendo parábolas, como si se fuera a enterrar con el sol en la tierra.
A ratos, miraba desde arriba, desde la copa del árbol donde se encontraba, para ver si su madre se acercaba al rancho; podía ver desde allí la vereda por donde, presumiblemente, aparecería ella. 
Calculó que bajando rápido le quedaría tiempo para llegar antes a casa, y siguió allí, contemplando el vuelo de las aves.
Miró hacia el cielo, que empezaba a llenarse de estrellas y pensó, mientras suspiraba con tristeza: si tuviera alas volaría hasta allí.  
En esas meditaciones se encontraba cuando le llegó de pronto el grito de su madre, que había llegado a casa sin que él la hubiese visto.
Sobresaltado, trató de descender, pero sus pies perdieron apoyó y cayó pesadamente desde las alturas. 
La madre no pudo escuchar el único quejido de su hijo…
Tupá había escuchado los deseos del niño y justo en el momento en que sus ojos se cerraron definitivamente, y antes de que su cuerpecito tocara el suelo, se fue transformando, y tomó la figura de un pájaro chogüí.  
Sobre la cabeza de la madre pasó volando y cantando, para meterse entre la bandada.  
Según cuenta la leyenda, aquel niño guaraní, convertido en pájaro chogüí, cada día vuelve a los alrededores de su casa, y mientras la madre va y viene del pueblo a su morada, él canta y picotea las naranjas, que por siempre han sido su fruta preferida…






Latona

¿Qué te he de decir yo, en las circunstancias profundamente dolorosas y angustiantes en que estás? Estas aberrantes ofensas provocan, quizás por el miedo, silencio y parálisis. No hay lugar al que puedas escapar, para refugiarte, ni panacea que alivie tu sufrimiento. Pero aún queda el grito, si no el propio, el de alguien más.
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Zeus

Te contaré algo, que tal vez ahora no puedas apreciar, pero que posiblemente te ayude a superar esta caótica situación, al verte en el espejo de otra infortunada víctima. Mi narración toma como base el relato que ella misma hiciera, en distintos momentos a distintos poetas, para que con su palabra iluminasen la oscuridad que sobre ella (y muchas otras) cayó de pronto.
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Asteria

En tiempos muy remotos, hace de esto mucho, en un lugar  próximo al Egeo, el gran Zeus (Júpiter), en su intento frustrado por violar a Asteria, provocó que ella, para evitarlo, se transformara en codorniz y luego se arrojara al mar. En medio del agua mutó nuevamente y se convirtió en la isla flotante, llamada Ortigia, nombre que aludía al ave de la cual provenía.

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La metamorfosis (la posibilidad de adoptar distintas formas a voluntad) era una propiedad que tenían los inmortales (entre los cuales ella se contaba) y que aprovechaban en su propio beneficio.
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Leto – Latona

Hecha esta aclaración, continúo. Insatisfecho, su agresor tomó por la fuerza a su hermana Leto, (que los romanos conocieron como Latona), que en este acto concibió a los divinos mellizos: Artemisa (Diana) y Apolo (Febo).

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Leto y sus mellizos: Artemisa y Apolo

Enterada Hera (Juno) de la horrenda infidelidad de su esposo, que ya se había constituido como el dios supremo del panteón griego, comenzó a perseguir a aquella que consideró su rival, como hacen muchas mujeres, pero con más recursos.

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Hera y Zeus

Pese a ser no sólo la diosa del hogar y el matrimonio, sino también de los nacimientos, sus celos pudieron más que sus títulos, quizás por lo reiterado de las humillaciones a las que su marido la sometía. Y, fiel a su único propósito (impedir el alumbramiento) prohibió a su hija Ilitia, (divinidad encargada de facilitar los partos) que atendiera a Leto.

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Zeus, Hera e Ilitia

También prohibió que diese a luz en el continente, en tierra firme o en una isla. Es por eso que la infortunada Leto no encontró refugio en lugar alguno. Sin embargo, en algunos pueblos se tenía la versión, según la cual, la desierta isla de Delos (la anteriormente mencionada como Ortigia) emergió y Latona dio a luz en ella, aferrándose a una rama de olivo, para no transgredir el mandato de la diva suprema.

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Leto y Bóreas

Algunas referencias dadas por aedas antiguos y recordadas por las tradiciones populares afirman que los dioses se apiadaron de la parturienta y permitieron que naciera primeramente Artemisa (Diana) en Ortigia, -que los Olímpicos fijaran en el fondo marino con cuatro columnas- para que ayudara a su madre en el nacimiento de Apolo. Por este hecho la isla cambió su nombre anterior, por el de Delos (Brillante).

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Poseidón – Neptuno

Para conseguir esto Zeus se valió de un ardid: envió a Bóreas a recoger a Leto y llevarla con el señor de los mares y hermano del supremo, el magnífico Poseidón (Neptuno). En colaboración con las olas hicieron una cúpula que cubrió el lugar, y así cumplir con el mandato de Hera.

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Helios - Sol

Otras versiones cuentan que la deidad engañada y herida, en su afán de venganza, prohibió también  que la ultrajada diera a luz en parte alguna de la tierra o el océano, que el sol  (Helios) iluminara. En las formas mitológicas más antiguas, el astro rey es Helios y en las relativamente recientes esa misma función es cumplida, irónicamente, por Apolo (Febo), hijo de Leto.

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Apolo – Febo

Hera, para asegurarse de que el resultado fuese el deseado por ella, envió a Pitón, pera que le diese muerte en el parto. Sin embargo, entonces, pese a haberla perseguido, no la pudo asesinar y, por lo tanto, no cumplió con su cometido.

Apolo y Pitón

Pero, es por esa razón que, además posibilitó su trágico final, pues cuatro días después de su nacimiento, Apolo de un certero flechazo, terminó con la vida de la serpiente hija de la titánide Gea (Tierra). Pese a todo, por su origen divino, se la recuerda en el Oráculo de Delos, en el nombre dado a las mediadoras ante el dios: las pitonisas.

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Gea

Entre las penurias que en su ruta de escape debieron sufrir Leto y sus divinos mellizos (Artemisa y Apolo) se cuenta que, llegados a un estanque para beber, unos campesinos se lo impidieron, por supuesto instigados por la ira de la divina Hera. ¿Cómo? Removiendo y enturbiando las aguas.

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Latona, los mellizos y los campesinos – Georg Platzer


Con todo, ellos recibieron el castigo de Zeus, el gran ofensor, que los convirtió en ranas para obligarlos a moverse en medio del lodo. Hera, no cejó en su empeño destructor. Mucho se ha dicho de su ensañamiento. En él complicó no sólo a los dioses, sino también se valió de los humanos, como los participantes de este incidente.
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Leto, Apolo y Ticio


Pese a todo y su infelicidad, Leto fue una grande y buena madre, que no sólo les dio vida a sus hijos, sino que los preservó. Ella  tuvo, tras sus muchas penurias, una gran satisfacción, sus hijos siempre la protegieron, como cuando dieron muerte al gigante Ticio, que intentó violarla. Además, obraron con una justicia natural, muy próxima a la venganza, con aquellos que la despreciaron y humillaron a su madre. La reivindicación le fue dada con exceso en sus divinos mellizos.



AVE Y MITO

  Ave y Mito  Año IV N° 45 Junio de 2021 Texto: Lic. Alicia Grela Vázquez Imagen y Edición: Prof. Elsa Sposaro Sinsonte - Elsa Sposaro S...