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domingo, 1 de octubre de 2017

Ave y mito 
Año I Nº 3
Octubre de 2017


La caída de Ícaro – P. Brueghel, el Viejo




SUMARIO


Creación de las aves

Caída de Ícaro


Ícaro 








Creación de las aves

Texto: Alicia Grela Vázquez
Imagen: Elsa Sposaro

La respuesta de la comunidad científica a la aparición de las aves fue la Teoría Evolucionista de Darwin y sus continuadores. Pero esta explicación biológica debió enfrentarse con la resistencia, no sólo argumentativa, ofrecida por los creacionistas, a quienes el relato mítico del Génesis les daba sustento.





En el primero de los libros del Antiguo Testamento, para la tradición judeo-cristiana, Dios, después de crear los cielos, la tierra y el mar, los pobló de seres vivos (incluidas las aves) completando la ambientación del escenario para que la obra maestra señorease sobre todos ellos.



Antiguo Testamento


Si bien este mito es hegemónico, no es el único. Distintas culturas han elaborado el suyo propio. Así la comunidad mapuche tiene el recogido por Sonia Montecino Aguirre en Mitos de Chile (Diccionario de seres, magias y encantos) da cuenta de la cosmovisión de ese pueblo americano.  







Allí explica que al principio sólo había aire y su dueño era Ngen, un espíritu poderoso que vivía con otros de su misma naturaleza, aunque de distintas categorías, según su función. Así entre ellos cada uno era una deidad encargada de gobernar a los distintos seres: los humanos;  la tierra, especialmente la cultivada; el cerro o el volcán; el fuego; el agua; los vientos; el bosque nativo; los animales; las hierbas medicinales; las piedras; el camino natural o el trazado por el paso de animales salvajes.



NGEN : Espíritus de la Naturaleza presentes en la Cosmovisión Mapuche



En la Tierra no había nada aún. El espíritu poderoso envió a un joven hijo suyo, a pesar de los ruegos de su madre para impedirlo. Él lo empujó a habitar en ella. Después, tomó una estrella y la convirtió en mujer. Luego la sopló para que ella, Domo, volara hasta donde el joven Lituche estaba. La tierra estaba dura y las piedras le dañaban sus pies. El dueño de los aires ordenó que naciera pasto muy blando y flores.



Domo y Lituche


Ella jugando las deshojaba y entonces se convertían en pájaros y mariposas y los frutos que comía mutaban en árboles. El varón estuvo muy feliz con su mujer. El gran espíritu hizo un hoyo entre los aires para mirar hacia la Tierra. Entonces era cuando el sol brillaba y daba calor. También la madre posaba sus ojos por la hendidura dejando filtrar una luz blanca y suave.





De este modo la leyenda vincula a la humanidad con las deidades autóctonas, el ambiente y especialmente con las flores y los pájaros. La belleza y la libertad están simbolizadas en ese relato. El mismo que las culturas dominantes han pretendido ocultar, para completar el despojo. Se les ha arrebatado a lo largo de la historia casi todo. Pero el poder pretende aún más de ellos. No obstante, aún les quedan su memoria ancestral y las aves. Por eso pueden preguntar: ¿dónde está Santiago Maldonado?





Caída de Ícaro


Imagen: Elsa Sposaro



Según Brueghel
cuando Ícaro cayó
era primavera

un granjero araba
su campo
todo el ceremonial

del año estaba en
marcha hormigueando
cerca

de la orilla del mar
ocupado
solo de sí

sudando al sol
que fundió
la cera de las alas

no lejos
de la costa
hubo

un chapoteo del todo inadvertido
Ése era
Ícaro ahogándose.


William Carlos Williams: «Landscape with the Fall of Icarus», from Pictures of Brueghel and Other Poems, 1962.




 Ícaro  

Texto: Alicia Grela Vázquez
Imagen: Elsa Sposaro
   
La tradición cuenta que Minos, el rey de Creta, tenía una esclava: Naúcrate. Ella se enamoró de Dédalo, un afamado creador de la época, que en sus años mozos supo seducirla por el vuelo de su imaginación. Aunque la joven mujer no fue menos en inteligencia, al elegirlo. Ellos se conocieron, cuando el célebre ingeniero fue a la isla para realizar alguno de sus varios y atrevidos  proyectos. Ícaro fue el hijo nacido de esa pareja.


Isla de Creta



Trabajar para la casa gobernante no fue una tarea fácil para el arquitecto. Él había cumplido para ellos allí distintas funciones. Una de ellas fue  la fabricación de un singular artefacto para la reina Pasifae. Este dispositivo permitió que ella consumara su unión sexual con el Toro blanco de Neptuno, del que por capricho de Venus, ella se había apasionado zoofílicamente.



Pasifae y el Toro



De  esa perversa pero fecunda relación, resultó un híbrido: el Minotauro, un ser con cuerpo humano y cabeza de toro, cuyos malos hábitos alimenticios lo hicieron deplorable, pues era antropófago. El rey debió sumar a la humillación de la infidelidad de su esposa, el testimonio viviente del hecho y una gran conflictividad con sus vecinos, que eran considerados principales en la comunidad y no toleraban sin protestar, la desaparición de sus allegados.



Dédalo, Pasifae, el artefacto y el toro




Dédalo presenta a Pasifae su invento



Por esas múltiples razones, todas ellas de peso, el gran rey, ofendido en su mal entendida hombría, contrató a Dédalo para que confinase en una edificación inexpugnable a su bochorno viviente. El ingenioso productor ideó una enorme casa para el Minotauro, tan especial y singular como su único habitante excepcional.



Pasifae con su hijo Minotauro



Dédalo contó para acabar de concretar la fortaleza con su hijo Ícaro, que fungía como asistente y aprendiz. Pero una vez finalizada la tarea encargada, el monarca no sólo internó al Minotauro, sino que además enclaustró en la construcción a quienes la idearon y construyeron, como bien sabía que otros poderosos habían hecho en sus magníficas obras, conocidas como pirámides.



Laberinto



Todo ese horrible tema concluiría, tiempo después en el cuento que tendría a Teseo como matador y a Ariadna y Fedra, hijas de los reyes de Creta, como copartícipes del asesinato, por haberse  enamorado ambas del heroico príncipe,  primogénito de Egeo, el soberano de la rival ciudad  de Atenas, con la que existía una gran enemistad.



Muerte del Minotauro



Sin embargo, antes de la llegada del mítico héroe ateniense, Dédalo e Ícaro, ambos notables trabajadores, fueron privados de la libertad y retenidos indebidamente, contra su voluntad. Sin embargo, ellos decidieron escapar, pese a la vigilancia extrema (de su captor y de quienes le servían) por la tierra insular y el agua del mar, que le hacía de foso y muralla fluida. Sólo les quedaba una única  salida: el aire del cielo.



Laberinto



De los cuatro elementos sólo les faltaba tomar uno para que la combinación estuviese completa: el fuego. Éste apareció como aliado indispensable para la fuga de los prisioneros, quienes calentando la cera hasta derretirla y hacerla a un tiempo más maleable y también un aceptable adhesivo de las plumas de las aves que, cuando renovaban de su vestuario, dejaban caer del cielo.



Ícaro – Camafeo romano



Ícaro las recogía y las entregaba a su padre, quien las unía, según un patrón que imitaba el de las alas de los pájaros y fijaba con hilos extraídos de las telas de sus propias ropas, convertidas de ese modo en hilachas harapientas. La analogía se perfeccionaba al agregar el cerote como pegamento, previa y debidamente ablandado por la afanosa labor del joven.



Dédalo arregla las alas de Ícaro – William Böttner



Dédalo completó las prótesis volátiles, como un ingenioso rompecabezas libertario. Con ellas comenzó a ensayar el vuelo. Practicó hasta dominar plenamente la navegación aérea. Entonces comenzó la instrucción de Ícaro. El padre, conocedor de los principios científicos fundantes de las nuevas artes aerodinámicas, comenzó la enseñanza.



Dédalo e Ícaro



Primero fue la observación de su propio ejemplo y el de aquellos que le habían servido de inspiración para su invento. Luego, con la práctica y la ejercitación, reforzada con prudentes y atinadas recomendaciones teóricas, al estilo de nada en exceso. El aprendiz debía (como todos) evitar el peor de los pecados: la hybris. La consigna era seguir la senda virtuosa: el camino del medio.


Dédalo e Ícaro – Paolo Ghiraldelli



Ésta aconsejaba no permanecer en el ascenso, demasiado alto, pues el sol, al calentar las uniones, haría que las alas se desarmasen. Pero tampoco quedarse, al descender, muy en lo bajo, pues el agua (al salpicar con cada una de sus gotas y su abundante espuma) mojaría las plumas y eso (en cualquiera de los dos casos) le dificultaría o aún peor, le impediría el vuelo.


Dédalo e Ícaro – Charles Paul Landon



Después de dejar atrás varias islas, Ícaro tomó confianza y comenzó a ganar altura. El sol hizo su anunciada y eficaz labor con las nefastas consecuencias: el derretimiento de la cera y el desprendimiento de las plumas. No le bastó entonces al atrevido continuar moviendo sus brazos, pues las pocas plumas de sus alas no eran las suficientes como para mantenerlo en el aire.


Dédalo e Ícaro



Según cuentan, su imprudencia lo arrojó al mar, (en las proximidades de las tierras que su apesadumbrado padre llamó en su honor Icaria) y le quitó la vida. Dédalo lamentado su pérdida, maldijo los conocimientos de las artes que habían provocado el fatal desenlace, diciendo: “quise saber más que el dios.”


Icaria


Cuando Dédalo llegó a Sicilia y el rey Cócalo lo puso bajo su protección, para redimirse construyó, dedicado a Apolo, un templo, en el cual colgó como ofrenda las que fueron sus alas, el vehículo que lo transportó sano y salvo desde su reclusión cretense a su costosa liberación siciliana, que pagó aunque involuntariamente con la pérdida de la vida de su hijo.


Sicilia



Este final se ha repetido a lo largo de la Historia con propósitos didácticos, para que los más jóvenes tuvieran en cuenta los dichos y recomendaciones de los mayores: padres y maestros, como alegato, apelando al criterio de autoridad. Quizás haya faltado considerar que el conocimiento en sí mismo es un bien y que solo sus aplicaciones pueden tener un valor moral y juzgarse como buenas o malas.




Ícaro - Andrea Alciato 



Por otra parte, si se quisiera dar una versión más realista del cuento, siempre se podría recurrir a lo dicho por Pausanias. El clásico dio una versión menos poética y más prosaica del asunto en cuestión. Dédalo, con la finalidad de salir de su encierro buscó la solución al problema de la necesidad de propulsión para mover un transporte en el mar.



Detalle de la caída de Ícaro – P. Brueghel



En tierra se contaba con la tracción a sangre: bueyes, caballos y hombres podían trasladar lo que no tenía movimiento propio. Su reflexión le permitió hallar el principio de la vela que hasta entonces era ignorado por los humanos. Sabiendo esto, los prófugos pudieron subir en sendas barcas, que aunque de pequeñas dimensiones, les permitirían evadirse de la prisión que irónicamente ellos mismos edificaron. Dédalo tuvo éxito y llegó a Sicilia.


Sicilia



Ícaro, por ser un navegante inexperto, naufragó en el mar Egeo.  Su cuerpo inerte fue hallado en la costa de la isla de Samos, en las proximidades del Asia Menor. Hércules se cuenta que le habría dado sepultura a sus restos en ese lugar que entonces se denomina por esa razón Icaria, y en concordancia, al mar que la baña se le conoció con el nombre de Icario.



Samos







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